Se puede crecer económicamente y reducir emisiones a la vez. España lo ha hecho

Se puede crecer económicamente y reducir emisiones a la vez. España lo ha hecho
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Históricamente el crecimiento económico ha ido de la mano con un aumento en las emisiones de CO₂, impulsado en gran medida por el uso de combustibles fósiles. Desde el principio de la era industrial estos recursos han sido fundamentales para impulsar vehículos, barcos y aviones o para alimentar la actividad industrial.

No obstante, en las últimas décadas, cada vez es más frecuente la divergencia entre desarrollo económico y emisiones, en parte por el impulso de las energías renovables. Como resultado, en muchos países el PIB ha seguido creciendo mientras que las emisiones de CO₂ se han estabilizado o incluso disminuido. España es buen ejemplo de ello, aunque en esta ecuación también tiene mucho que ver otros factores como el precio de la energía.

Crecimiento económico y combustibles fósiles: una relación en crisis

Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA) en los últimos años, economías avanzadas como EEUU y Europa han experimentado un crecimiento continuo del PIB acompañado de un pico en las emisiones en 2007, seguido de un declive constante. Así, estas han ido disminuyendo su dependencia de los combustibles fósiles para crecer.

Este cambio es fundamental para abordar de forma eficaz y sostenible el cambio climático. Además, refleja una disminución en la dependencia de estas economías de los combustibles fósiles para su crecimiento. Por ejemplo, en EEUU el PIB se ha duplicado desde 1990, pero las emisiones de CO₂ han vuelto al nivel de entonces. En la UE, la economía ha crecido un 66 %, mientras que las emisiones de CO₂ son un 30 % más bajas.

Grafico
Fuente: IEA

Pero aún queda mucho por hacer, pues las cifras muestran que China ha multiplicado por 14 su crecimiento desde 1990, pero sus emisiones son cinco veces mayores. En India, el crecimiento del PIB ha superado el de las emisiones de CO₂ en más del 50 % en el mismo período de tiempo. China e India, junto con las economías avanzadas, representan más del 80 % del PIB mundial y casi el 70 % de la demanda energética.

Economías en desarrollo como las de África, Eurasia y América Latina, también están empezando a separar la actividad económica y las emisiones. Pero entre las regiones donde la situación es más crítica destaca Oriente Medio, donde la abundancia y accesibilidad de los combustibles fósiles han perpetuado su dependencia, resultando en un aumento significativo de la intensidad energética necesaria para la actividad industrial.

La divergencia entre crecimiento económico y emisiones es clara en países como Reino Unido, Francia, Alemania, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Italia, Chequia, Rumanía y también en España: en números absolutos el sector energético renovable en 2023 contribuyó en 19.484 millones de euros, lo que supuso un 1,65 % del PIB total y un récord en la serie histórica desde 2016.

Espana

Estas cifras de récord en nuestro país, donde reina la fotovoltaica, se debe a factores como la creciente potencia instalada en los sectores eólicos y solar, el aumento generalizado en el precio de la energía, y el desarrollo de actividades industriales asociadas a la energía eólica marina para la exportación, “a pesar de la inexistencia de potencia de esta tecnología en España”, según la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA).

El enfriamiento de la relación entre el crecimiento del PIB y las emisiones en los últimos años, además de por los ajustes de políticas actuales (denominado Escenario de Políticas Establecidas, o STEPS) es el resultado de cuatro factores, principalmente. Uno de los más importantes es el crecimiento rápido en la inversión en energía limpia.

Energías renovables, electrificación y demanda de energía: las claves

La proporción de inversión en energía limpia respecto a los combustibles fósiles ha aumentado significativamente en las últimas décadas, lo que ha llevado a una mayor participación de energías renovables y nucleares en la generación eléctrica.

Según la IEA, “hace dos décadas por cada dólar gastado en infraestructura de combustibles fósiles, solo se gastaban 50 centavos en energía limpia. Esta proporción aumentó a 1:1 en 2016 y hoy en día, se invierten 1,8 dólares en energía limpia por cada dólar invertido en combustibles fósiles”.

Los resultados de este cambio en los flujos de capital son más visibles en el sector eléctrico, donde la participación de la generación de bajas emisiones (renovables y nucleares) ya supera el 40 %. Asimismo, el nuevo informe del mercado eléctrico de la Agencia prevé que el crecimiento previsto en la demanda de electricidad hasta 2026 estará cubierto por fuentes renovables.

Carbon

Otro factor clave es la creciente electrificación a nivel mundial, impulsada por la adopción de tecnologías como vehículos eléctricos, calefacciones y procesos industriales eléctricos. Esta electrificación no solo reduce las emisiones directas, sino que también mejora la eficiencia energética. Además, las mejoras en la eficiencia energética técnica en todos los sectores están reduciendo la demanda de energía, lo que contribuye a una menor huella de carbono.

Transiciones lejos del carbón también están jugando un papel importante, especialmente en economías avanzadas donde la producción de gas natural está reemplazando al carbón en la generación de energía. Como resultado, desde 1990, ha habido una disminución del 36 % en la cantidad de energía necesaria para generar una unidad del PIB mundial.

Sin embargo, el distanciamiento significativo de los vínculos entre el PIB y las emisiones de CO₂, como se observa en los STEPS, no es suficiente para alcanzar los objetivos climáticos globales. Lo que se necesita es romper completamente esta relación. Con una inversión adecuada en energía limpia, colaboración internacional y políticas favorables, las economías en desarrollo pueden trazar una nueva vía de desarrollo con bajas emisiones que conlleve un fuerte crecimiento económico sin las emisiones asociadas.

Con este importante desafío, la IEA apunta a la necesidad de triplicar la capacidad renovable para 2030, duplicar la tasa de mejora en eficiencia energética, alejarse de los combustibles fósiles de manera equitativa, reducir las emisiones de metano y aumentar la financiación para las economías emergentes y en desarrollo, tal y como se expuso en la COP28 en Dubái.

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