La pequeña bonita historia del Alfa Romeo casi olvidado que volvió a ver la luz del sol

La pequeña bonita historia del Alfa Romeo casi olvidado que volvió a ver la luz del sol
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Este Alfa Romeo 8C 2300 de 1932 lleva el número 2211079 grabado en su chasis. Lo montó en Francia el carrocero Figoni, responsable de muchos emblemáticos diseños de la época para la firma que nació como Anonima Lombarda Fabbrica Automobili, y en 1937 sirvió para que un padre felicitara a su hijo por su 21º cumpleaños.

A partir de ahí, este modelo, un Alfa sobrealimentado de ocho cilindros en línea, primo de aquel 8C 2300 Spider de Tazio Nuvolari, y en general de los Alfa Romeo 8C que ganaron Le Mans hasta en cuatro ocasiones, y tres veces la Mille Miglia, cayó en el olvido. Se perdió en el tiempo.

Tras el trabajo que realizó en su día Figoni, el coche le fue entregado a su primer propietario, Weinberg, que plotaría con él en dos ediciones consecutivas del rally París-Niza, en 1933 y 1934. Un año más tarde, el coche pasó a formar parte del garaje del Conde François de Brémond, un habitual de los circuitos de Spa, Montlhéry, Miramas, Lyons y Carthage, que compitió con el Alfa Romeo 8C en la Grossglockner Hillclimb, consiguiendo una quinta plaza al cruzar la línea de meta.

De las carreras, a sobrevivir a la ocupación nazi

1933 Alfa Romeo 8c 2300 Monza B Historic
Alfa Romeo 8C 2300 Monza, chasis número 2211112

No existen muchos más datos sobre lo que hizo el conde francés con este automóvil hasta que lo vendió en agosto de 1937 a través de un agente llamado Luigi Chinetti, que con el tiempo se convertiría en el primer distribuidor de Ferrari en Norteamérica, sirviendo deportivos italianos desde Greenwich (Connecticut, Estados Unidos).

Y la persona que compró el Alfa Romeo 8C del Conde François de Bremond fue alguien que quiso premiar a su hijo por el día de su graduación. ¿Qué ocurrió con el coche después? El propietario del Alfa Romeo 8C conservó el vehículo durante 70 años. Sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial escondido de la ocupación nazi y fue utilizado años después hasta que quedó encerrado en un garaje.

Finalmente, el coche volvió a cambiar de manos y ha sido puesto a punto (motor, alimentación, lubricación, sistema eléctrico, frenos, dirección...) por Blakeney Motorsport en Reino Unido, que es de donde nos llega esta pequeña pero bonita historia de un automóvil pensado para correr, y que ahora vuelve a ver la luz del sol casi como el primer día.

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