Tecnología y conducción, ¿vamos hacia el Gran Hermano?

Tecnología y conducción, ¿vamos hacia el Gran Hermano?
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Que con un chip bien diseñado casi se puede controlar el mundo entero es algo que poco a poco todos vamos entendiendo. Basta con echar un ojo a noticias como la del avión que se puede hackear para tomar conciencia de la dimensión del problema. Y en materia de automoción, el símil es igualmente válido, ya que cada vez más los coches se asemejan a un conjunto de gadgets digno de Xataka.

La tecnología en sí no sirve de mucho si no le dota de un uso, y en ese sentido hay ya varias propuestas para convertir la tecnología del vehículo en un vigilante del automovilista, especialmente cuando hablamos de conductores jóvenes. Hombre, tiene su sentido. Si entre 7 y 9 de cada 10 siniestros están relacionados con el factor humano y las estadísticas se disparan con los jóvenes, casi que reduciendo el peso de ese factor se puede ayudar a reducir la siniestralidad vial.

Con todo, hay propuestas que van un poco más allá de lo que es la mera asistencia a la conducción, una dimensión que ya viene de antiguo, y se posicionan más en la línea de atacar a las actitudes del conductor que son contrarias a la seguridad vial. Y eso, que parece una buena idea, tiene su otra cara de la moneda: el respeto por la privacidad de ese conductor.

Como en cualquier otro sistema tecnológico que maneja datos sensibles, esto es datos de carácter privado que pertenecen a la esfera personal del conductor – ahora usuario -, se plantea la legitimidad de que los sistemas de ayuda recopilen y, sobre todo, compartan la información con empresas, gobiernos y quien se apunte al reparto de datos. ¿Es ético eso?

¿Cuánto vale tu privacidad?

Conductora

Casi como quien habla de programas informáticos que se meten más o menos hasta la cocina de nuestras vidas privadas, podemos echar un ojo a algunas opciones de seguridad que manejan información sensible y decidir hasta qué punto vale la pena o no el trato que nos ofrecen. ¿Qué precio tiene nuestra privacidad?

Hablemos por ejemplo de la primera iniciativa que, en 2008, llamó la atención en España por este motivo: YCar, un producto de la aseguradora Mapfre diseñado para jóvenes conductores. Las ventajas son una rebaja en el precio del seguro a costa, eso sí, de someterse a un control automatizado que tiene en cuenta trayectos, velocidades y horas de uso del coche.

A YCar, precisamente, se le ha criticado el nulo respeto por la privacidad de los movimientos del conductor, además de incluir una cláusula que impide el uso del coche en determinadas franjas horarias si se quiere optar a la máxima bonificación. ¿Vale la pena vender así la privacidad? No es una pregunta retórica, sino que admite tantas respuestas como opiniones se formen en torno a esta cuestión.

Habrá gente que diga que sí, porque el ahorro económico les interesa, su comportamiento al volante es correcto y además no tienen nada que ocultar. Los habrá que pongan el grito en el cielo porque consideren que a ellos no los controla ni su padre, como para que les espíe una aseguradora. Y luego estarán los que digan que eso está bien, pero que qué pasa si de madrugada tienen que salir de urgencias y pierden la bonificación por la gastroenteritis de un hermano, que todo puede ser.

Señoras que quieren saber qué hacen sus hijos

MyKey - Ford MySync

Dentro del paraguas MySync de Ford, el proyecto MyKey Mouse convierte el coche en un sistema donde los padres son administradores y los hijos, usuarios. Todo, gracias a una llave que da acceso a unos u otros parámetros, dependiendo del rol que tenga cada cual. Papi es root y manda.

Entre las características del MyKey están los avisadores de velocidad máxima, olvido del cinturón y de falta de carburante, configurados para no dejar pasar ni una a los jóvenes, la limitación de llamadas y mensajes al móvil y las ayudas a la conducción, que no se pueden desactivar. Menos intrusivo que otros sistemas, es sin embargo 100 % paternal. Eso sí, lo que pasa en el coche, dentro del coche queda.

Por su parte, AT&T está diseñando su propio concepto en la misma línea que los anteriores. Hablamos de un dispositivo conectado al puerto de diagnóstico del vehículo que va recogiendo datos relativos a los sistemas de seguridad, la velocidad, la aceleración, la dirección, el frenado, las coordenadas GPS... Vamos, un popurrí de los datos que maneja el coche en su día a día para garantizar nuestra seguridad.

Todo eso se pasa por una aplicación móvil que se chiva a los padres con un SMS cuando hay frenazos, excesos de velocidad o se detecta que hay algún ocupante que no lleva puesto el cinturón. Y en el futuro, es posible que esta información pase a las aseguradoras, que darán una bonificación a los conductores más prudentes. Vuelta a lo de antes, aunque se entiende por qué lo hacen.

Siniestro vial

A las claras: la información es poder, y en el caso de las aseguradoras, la información es una pura herramienta de trabajo. A las claras también: si disminuyera la siniestralidad de los jóvenes, las aseguradoras se quedarían sin argumentos para imponer a los conductores menos experimentados unas primas de todo punto caras.

Visto así, se puede interpretar el poco respeto a la privacidad del conductor convertido en usuario como un intento de las aseguradoras por tener una clientela más… selecta. Entiéndase selecta como clientela que no presenta problemas de seguridad vial y por lo tanto no supone un dispendio en partes de siniestros presentados por año. Las estadísticas mandan.

Y hablando de estadísticas, no podemos olvidar que los siniestros de unos repercuten en los dispendios de los otros, que no todo se reduce a un “si me mato yo solo es cosa mía”, porque hay muchos agentes implicados en cada siniestro vial, y que cuando uno tiene un siniestro vial difícilmente elige las circunstancias: si chocará contra alguien o si alguien encontrará el vehículo siniestrado y chocará contra él, por ejemplo.

Entonces, ¿en el fondo de qué hablamos? ¿De ganar en seguridad, de fomentar la tranquilidad al volante, de generar confianza entre los conductores y entre sus padres? ¿De controlar al usuario hasta el más mínimo movimiento, de evaluar todos y cada uno de sus actos, de hacer negocio con la información recabada? Hoy, más que nunca, vale aquella frase que dice algo así como: “Si todo el mundo se comportase como si su madre estuviera delante siempre, el mundo iría mejor”.

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