Ya que no todo se reduce a vender conciencia ecológica a través de carriles bici y ayudas de compra para vehículos con menos impacto medioambiental, la ciudad canadiense de Vancouver pretende convertirse en la ciudad más sostenible del mundo antes de 2020 con propuestas como sus nuevos asfaltos basados en residuos plásticos.
Los deshechos de los ciudadanos se aprovecharán para crear una cera que, mezclada con los componentes de toda la vida, darán lugar a un asfalto más limpio y duradero, reduciendo además en un 20% el uso de gas para calentar los materiales e implantarlos en la carretera.
No será, eso sí, más barato, y es que este nuevo sistema se mantendrá en un coste un 3% superior al habitual hasta que el sector empleado en su desarrollo mejore sus capacidades y rendimiento de trabajo. Al menos todo queda en casa, aprovechando los residuos de la ciudad y creando puestos de trabajo que se encarguen de la creación de la nueva mezcla.
Vía | Gizmag
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