Ayrton Senna en el GP de Mónaco de 1988: La lucha entre Dios y el Diablo

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Ciertas historias de la F1 son difíciles de conocer, esta por mi temprana edad en aquel entonces, lo era para mí hasta que el otro día la descubrí gracias a Javier Rubio. A finales de los 80 y principios de los 90, hablar de Gran Premio de Mónaco era hablar de dos míticos nombres: Alain Prost y Ayrton Senna. Pero no sería hasta 1988 cuando ambos pilotos se enfrentaron por primera vez, y si el duelo ya era especial de por sí, hacerlo pilotando ambos para la misma escudería lo engrandece un poco más.

La guerra durante aquel Gran Premio comenzó en los entrenamientos oficiales. El francés había logrado un magnífico tiempo y decidio tomar el camino de boxes y comenzar con el ritual propio de quien marca la pole. Lo que no se esperaba el “profesor” es que su jóven compañero aún le tenía reservada una pequeña sorpresa.

El brasileño comenzó a realizar su última tanda. Vuelta tras vuelta, Senna iba bajando los tiempos poco a poco hasta “robarle” la pole a su compañero. Pero no quedaría ahí todo. La tanda siguió, y Ayrton Senna siguió bajando los tiempos hasta lograr un tiempo un segundo más rápido. Al terminar la sesión Senna lo explicaría de la siguiente forma:

Recuerdo que corría más y más deprisa en cada vuelta. Ya había conseguido la pole por unas décimas de segundo, luego por medio segundo, después por casi un segundo y, al final, por más de un segundo. En aquel momento me di cuenta, de repente, que estaba pasando los límites de la consciencia

El brasileño había entrado en trance, pero eso no era todo:

Tuve la sensación de que estaba en un túnel, el circuito, para mí, era sólo un túnel. En ese momento me sentí vulnerable. Había establecido mis propios límites y los del coche, límites que jamás había alcanzado. Aún mantenía el control, pero no estaba seguro de lo que estaba sucediendo exactamente: yo corría… y corría… Fue una experiencia espantosa. De repente me di cuenta de que aquello era demasiado. Fui despacio hacia los boxes y me dije a mí mismo que aquel día no regresaría a la pista. Fue una experiencia que nunca más se repitió con tanta intensidad, y deliberadamente, no volví a permitirme llegar tan lejos

El domingo durante la carrera Ayrton Senna mantuvo su posición de privilegio y comenzó a meter tiempo a sus perseguidores. Cuando aún faltaba un tercio de la carrera, más de 50 segundos separaban al brasileño del francés. Momento en que comenzaría la guerra psicológica.

Prost comenzó a tirar, rodando hasta dos segundos más rápido que su compañero y tratando que éste se pusiera nervioso y cometiera un error. Senna se picó y comenzó a mejorar sus tiempos entrando en guerra con Prost pero pronto el plan del francés tendría ejecto. Ayrton Senna cometía un error y mandaba a su McLaren contra las barreras a la entrada del tunel. De esta forma Alain Prost vencía en Mónaco.

El accidente marcó a Senna. El brasileño lo calificaba como su particular lucha interna entre Dios y el Diablo. Algo más allá que el propio pilotaje:

El accidente me dio mucho que pensar, me hice muchas preguntas. Aquello no fue sólo un error de pilotaje. Era el resultado de una lucha interna que me paralizaba y me convertía en invulnerable. Tenía un camino hacia Dios y otro hacia el diablo. El accidente sólo fue una señal de que Dios estaba allí esperándome para darme la mano. Mi familia y yo salimos confortados gracias a aquel accidente, y yo aumentada mi fe y mi energía espiritual

Vía | El Confidencial

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