Gracias a un tenaz señor llamado Robert Borkenstein has soplado en un control de alcoholemia

Gracias a un tenaz señor llamado Robert Borkenstein has soplado en un control de alcoholemia
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Resulta bastante cómico ver cómo en las películas los conductores se tocan la nariz con una mano y con otra, e intentan caminar como si de una cuerda invisible se tratara bajo la atenta mirada de un policía. Lo cierto es que, aunque fuera de la gran y la pequeña pantalla resulte difícil de ver, hubo un tiempo en que era casi la única forma de determinar si alguien había bebido al volante.

No fue hasta la década de los 50 cuando los análisis y encarcelaciones fueron reemplazados por los test de alcoholemia. El primer alcoholímetro fue creado por un fotógrafo criminólogo llamado Robert F. Borkenstein en 1954: el ácido sulfúrico, el potasio y la plata permitirían calcular el alcohol en sangre sin necesidad de agujas ni criterios subjetivos. Se proclamaba el fin de las excusas.

De las pruebas equilibristas a las fuel cell

Police Officers Administer Breathalyser

Durante el siglo XIX, la policía hacía frente al problema de la ingesta de alcohol al volante como podía; o se encarcelaba a los ebrios hasta que se les pasaba el efecto o si existían dudas, se pasaba a comprobar si había una disminución de las capacidades físicas. Consistía en la evaluación del equilibrio, la coordinación y la percepción espacial, esferas difícilmente cuantificables si no era realizada por personal especializado (a no ser que los signos fueran muy evidentes, claro).

Con la llegada de los transportes de alta velocidad y de maquinarias complejas en el siglo XX, desarrollaron los test y pruebas de alcohol. Hasta mediados de 1940, el principal método de medida de los niveles de etanol consistía en un análisis de sangre, que se trasladaba a un centro hospitalario para su procesamiento. No obstante, en los años 30 se desarrolló la 'prueba del globo', inventada por un bioquímico de la Universidad de Indiana, Rolla N. Harger.

Transport Minister Barbara Castle Watches

El aliento depositado en el globo se analizaba a través de compuestos químicos, oscureciendo el color de acuerdo a la cantidad de alcohol detectada. Sin embargo, los resultados eran muy imprecisos y solo un médico podía hacerlo funcionar.

En los 50, estas pruebas fueron reemplazadas por los test de alcoholemia. Su creador fue Robert F. Borkenstein, jefe del laboratorio de Criminología de Indiana en 1954, y lo denominó 'Breathalyzer', una composición de 'respiración' y 'análisis'.

accidente 1940

Su funcionamiento se basaba en la relación existente entre la cantidad de alcohol ingerido, manifestada en el aliento y que albergan los alveolos, y su correlativa proporción en la sangre.

El método consistía en realizar una profunda expiración a través de un pequeño tubo en el que el aliento llegaba a una ampolla que contenía una disolución de ácido sulfúrico (50 %), dicromato de potasio (0,25 %) y nitrato de plata (0,25 %) como catalizador. Dos fotocélulas permitían comprobar la concentración equivalente de alcohol en sangre en tiempo real a través del cambio de color de las muestras.

Se acababan los criterios subjetivos y la espera: ya no había excusa. En 1971, Richard A. Harte inventa el 'Intoxilyzer' con tecnología de infrarrojos, convirtiéndose en el método principal de test de etanol de respiración en Estados Unidos a partir de 1980. Pero debido al alto coste de esta tecnología y su escasa precisión a bajos niveles de concentración en el aliento, se desarrollaron tecnologías alternativas: la 'fuel cell'.

Dgt

Las células electroquímicas generaban electricidad mediante una reacción química de oxidación, como la que utilizan las baterías de muchos eléctricos. En España comienza a usrse esta tecnología en la década de los 70 y en mayo de 1999 (Real Decreto 2282/98 del Reglamento general de circulación) se establecen las actuales tasas de alcoholemia que sustituyen a las vigentes desde 1972: 0,3 g/l para conductores noveles y profesionales (0,15 mg/l en aire espirado) y 0,5 g/l de sangre para el resto (0,25 mg /l en aire espirado).

Para que te hagas una idea meridiana, con más de 3 g/l la conducción se hace imposible, ya que el sujeto se encontraría en una estado de embriaguez profunda; con 4 g/l nos encontramos ante la posibilidad de coma, y de muerte con más de 5 g/l.

Tal y como informa la DGT, el alcohol está implicado en el 30 y el 50% de los accidentes mortales, lo que lo convierte en uno de los principales factores de riesgo en la conducción. Así que podemos estar bien agradecidos a este criminólogo, que dedicó su carrera a evitar que el alcohol se entrometiera en el privilegio de conducir.

Foto | Alcosense | Indiana University Archives | Flickr

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